Estos dos 'emilios* demuestran que la cortesía puede llegar a ser nuestra 'enemiga'.
Amistad en los baños:
Os voy a contar lo que me pasó en una gasolinera donde paré para tomar un café... y hacer otras cosas.
Cuando iba al servicio, vi que otro señor tomaba el mismo camino que yo. Él se metió en un retrete y yo, lógicamente, en otro. Ambos eran de esos con puertas que no llegan hasta el suelo. Me encontraba ya con los pantalones bajados, cuando oigo de repente que me dicen:
"¡Hola!"...
Yo, callado...
- "¿Es que no me oyes...? ¡Hola!",
vuelve a decir el hombre.
Para no parecer descortés,
contesté: "Hola".
- "¿Cómo estás?", me pregunta.
- "Bien, gracias... Un poco cansado del viaje...", respondo un poco mosqueado.
Y me vuelven a decir: "¿Qué haces?".
Yo pensaba que era un tío muy raro, pero contesté: "¡joder! Pues lo mismo que tú: cagar".
En ese momento, el tipo dice: "Cariño, luego te llamo, que hay un gilipollas al lado que está contestando a todo lo que te digo"...
Diferencias culturales :
Un día conocí a una chica noruega en Oslo. Cuando supo de qué país era. huyó despavorida. Pregunté a los amigos que nos presentaron el porqué de su reacción y me dijeron que tenía de los españoles una imagen bastante negativa.
Por lo visto, en una estancia en España, la noruega fue a una ferretería a comprar un enchufe y el dependiente le preguntó:
"¿Macho o hembra?". Ella se quedó alucinada y no contestó, pero no porque no entendiera el significado de las palabras, sino porque no veía la relación entre macho y hembra con un enchufe.
El vendedor creyó que la chica no conocía los términos e intentó
explicarle su significado con gesto' y una sonrisa en la boca. La noruega se largó, aterrorizada, convencida de que todos los españoles somos unos viciosos.
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Una serie de chistes graciosillos.